LOS CÓDIGOS MILITARES
Cadena de Mando
Por Juan Ibarrola C.
Los últimos 12 presidentes que ha tenido México han sido beneficiarios de la fortaleza que les han dado los secretarios de Defensa y Marina. Por supuesto que esa fortaleza también la han encontrado en las propias secretarías y sin duda en la lealtad que los soldados de las tres fuerzas le han demostrado al primer mandatario.
Por mandato constitucional, el presidente de la República es el comandante supremo de las fuerzas armadas y vale mencionar que en los últimos 72 años no ha existido intervención militar alguna para que cualquiera de los presidentes haya llegado a esa posición.
Desde hace siete décadas, tanto el secretario de Defensa como el de Marina, sus altos mandos, sus generales y almirantes, han sabido potenciar los códigos militares en sus comandados para que, entre todos, procuren las condiciones indispensables de paz y seguridad para que el siguiente presidente encuentre un estado de cosas aceptable para comenzar su gestión.
La base de este éxito ha sido definitivamente por un lado la “absoluta” confianza que les debe tener un presidente a sus secretarios de Defensa y Marina y, de igual forma, la “absoluta” lealtad que le tienen ellos a su comandante en jefe.
Los códigos militares no se pueden ni deben romper. Estos códigos son internos y se fundamentan en el beneficio que le reportan a la nación, en la disciplina que las fuerzas armadas mantienen para operar como lo hacen. Son códigos de doctrina y de espíritu de cuerpo. Son los que hacen de los militares un ente cohesionado y dirigido hacia un mismo rumbo.
Son códigos de honor que para las mujeres y hombres de armas son los que más valor representan, pero sobre todo son códigos inviolables.
Los códigos militares han logrado hacer de las fuerzas armadas la institución más efectiva del país, la que mejores resultados reporta a su comandante en jefe.
La relación entre el presidente de la República y sus secretarios de Defensa y Marina va más allá de la interinstitucional. En los últimos 12 años ha sido una relación estratégica, necesaria e irrompible, y desde un punto de vista objetivo y real, por lo menos durante las siguientes dos décadas, los presidentes en turno necesitarán de todo lo que le puedan ofrecer soldados, marinos y aviadores militares.
El peor error estratégico sería tener a alguien en medio de los tres.
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