LA IZQUIERDA Y LAS FUERZAS ARMADAS
Por Iñigo Guevara del Heraldo de México
Toda transición política emana incertidumbre, pues supone un cambio en la dirección del país. Relaciones político-militares son importantes, aunque la dimensión política cambia, la dimensión militar por lo general permanece, proveyendo estabilidad y continuidad, en pocas palabras: certidumbre.
A unas semanas de que AMLO asuma como su comandante supremo, las relaciones político-militares atraviesan un periodo de incertidumbre, por la falta de definición y claridad sobre la política de defensa y la estrategia de seguridad del gobierno entrante. Hay antecedentes en América Latina, pues no es el primer caso en que un gobierno de izquierda asume el poder por la vía democrática, ocasionando fricción con las Fuerzas Armadas –que por lo general son entes conservadores, diseñados para proteger el statu quo. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Honduras, Uruguay y Venezuela, todos han experimentado la llegada de un gobierno de izquierda que han tenido que rediseñar la manera en que interactúan con sus Fuerzas Armadas. Hay lecciones que aprender.
Habrá que segregar a países de izquierda comunista –Cuba y Nicaragua– en donde fue el movimiento revolucionario –es decir la guerrilla– que se convirtió en gobierno y de facto, en Fuerzas Armadas. Copias tropicalizadas del modelo soviético, la ideologización política es absoluta y la línea de separación entre fuerzas armadas, poder político y partido político son imperceptibles, desde la superficie.
Por cuestiones de espacio, Venezuela, Argentina y Brasil ofrecen casos de estudio que abundaré pues representan prácticamente polos opuestos en una matriz de resultados.
En Venezuela la penetración política-ideológica de las fuerzas armadas ha sido mayor y emula a Cuba y Nicaragua; el teniente coronel Hugo Chávez las convirtió en parte de su ‘revolución bolivariana’. Para establecer control político pasó a retiro o dio de baja a gran parte del cuerpo de oficiales –la columna vertebral de las fuerzas armadas– y estableció un sistema de promoción alejado de la meritocracia y al alineamiento político. Intentó compensar la pérdida de capacidades profesionales militares con la adquisición de armas de Rusia, Bielorrusia y China que llegaron junto a doctrina ‘revolucionaria’. Disminuyó al ejército, politizó a la Guardia Nacional, ahora ‘Guardia Bolivariana’ y la transformó en una fuerza de control interno. Creó una quinta Fuerza Armada -la Milicia Bolivariana- que es “el pueblo armado” y preparado para resistir una ‘invasión’. Nada que emular – todo a rechazar.
En Argentina los gobiernos de los Kirchner no lograron penetrar la institución, por lo que decidieron diezmarla. Con tintes de venganza personal, impactaron en las capacidades operativas de las Fuerzas Armadas con asignación de presupuestos raquíticos. La industria de Defensa fue estatizada. La falta de mantenimiento y pobre moral desembocó en una serie de trágicos episodios, desde el incendio de su rompehielos y el hundimiento de un destructor a la inmovilización del buque escuela Libertad, retenido como rehén de negociaciones financieras en Ghana.
La negligencia política de no entender que las Fuerzas Armadas de una nación no son contrincantes políticos, la reconstrucción de capacidades de esa fuerza -y de su antes importante industria ahora tomará décadas.
En Brasil, la llegada de Lula da Silva al poder fue vista con escepticismo por las Fuerzas Armadas, sin embargo, encontraron a un tutelaje político que entendía el valor que tienen para una potencia emergente. Lula supo identificar y alinear una política y una estrategia de Defensa nacional, convirtiendo a las Fuerzas Armadas en herramientas del Estado y utilizando el gasto militar en un imán para la inversión extranjera directa. El empleo a las Fuerzas Armadas en el exterior -llevando a cabo operaciones de mantenimiento de paz. Desafortunadamente, ante la abundancia de recursos proyectos de inversión se dispararon y con ellos la corrupción.
El escenario ideal está en que el próximo gobierno de México: 1) entienda el valor que tienen las Fuerzas Armadas en un contexto moderno y más allá de la seguridad interior; 2) busque un punto de equilibrio para continuar invirtiendo en ellas, desarrollando la base tecnológica-industrial que las provee y les da servicio de una manera congruente con los requisitos del país y 3) que entienda que más allá de un ente político, son una herramienta del Estado, por lo que debe velar por que continúen leales a México y los mexicanos, no a un gobierno o partido político.
*Consultor de la compañía Jane’s en Washington, DC.
¿Más de Iñigo en El Heraldo de México?