Los militares y el poder

Los militares y el poder - Juan Ibarrola - Cadena de Mando

Cadena de Mando 
Por Juan Ibarrola C. 

Los análisis en torno a la relación de los militares con el poder actual visiblemente concluyen en su mayoría lo alarmante que es o será la entrega del instituto armado a la autollamada “4T”. Concluyen de manera velada el riesgo que será cuando los militares den cuenta de que deben tomar el poder o. en su defecto, influir hasta en la decisión de quién será la o el próximo presidente de México.

Tanto el Ejército y la Fuerza Aérea, así como la Armada de México, son unas instituciones que, amén de lo autodidacta que las circunstancias las obligan a ser, generan un verdadero aprendizaje de los errores y también de los aciertos que a lo largo de su historia, han cometido.

Hay dos grandes enseñanzas históricas. La primera es la experiencia que dejaron quienes sin ser militares de carrera, combinaron la política con el poder militar, es decir, a Obregón, Calles, Rodríguez, Cárdenas y Ávila Camacho, la revolución y el sistema les dieron grados militares, mismos que necesitaban para poder ascender en el poder del Estado. Todos ellos tienen detractores y admiradores; yo me quedo con lo que cada quien hizo por el país, pero sobre todo con la realidad de que la combinación del poder político con el militar nunca será positivo cuando lo ejerce una sola persona.

La segunda enseñanza es cómo después de que los “militares” (Ávila Camacho) dividieron el poder para que la política fuera el motor del poder, comenzó el debilitamiento institucional civil ante lo que debe ser su verdadera naturaleza, es decir, servir a la gente, procurar desarrollo, garantizar seguridad física y pública, brindar los mejores servicios de salud posibles, producir educación de excelencia y calidad; también impulsar ciencia y tecnología, arte y cultura y una larga lista de etcéteras. Los militares han dado cuenta de aciertos y errores de los civiles en el poder y ahí es donde las fuerzas armadas intervienen para fortalecer unas y otras.

De las dos enseñanzas, los soldados de tierra, mar y aire saben bien dónde está su responsabilidad y sobre todo el papel que deben jugar en este juego de poder que sexenalmente cambia irremediablemente.

Los militares no ponen presidentes, ni gobernadores, muchos menos alcaldes o legisladores, por lo que el debate no debe centrarse en si deben o pueden hacerlo, o también en sí lo harán en el 2024; debe centrarse en el miedo y la cerrazón del poder político para permitirlo. El debate y el análisis responsable y objetivo debe ser sobre la realidad del debilitamiento institucional civil, en donde los militares solamente actuarán para fortalecerlo, nunca para tomar ese poder y ejercerlo desplazando por completo a los civiles.

Todo lo anterior no significa un riesgo que los militares quieran tomar el poder. Debe comprenderse a profundidad que no es del interés, ni está en el ánimo militar, gobernar.

Tanto el general Luis Cresencio Sandoval como el almirante José Rafael Ojeda tienen perfectamente clara la ruta en la que transitan, la cual de ninguna manera es —como los análisis lo sugieren— debilitar al máximo a la institución o bien, al participar en proyectos de nación y con ello manejar grandes presupuestos, corromperse al grado de la exhibición pública.

En la entraña militar y naval existe la total necesidad de fortalecer a la institución tanto, que trascienda generaciones y generaciones.

Ese es el poder.

 

ryw

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@elibarrola

Foto origen: El País

 

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